Brecha digital hace referencia a la diferencia socioeconómica entre aquellas comunidades que tienen accesibilidad a Internet y aquellas que no, aunque tales desigualdades también se pueden referir a todas las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC), como el computador personal, la telefonía móvil, la banda ancha y otros dispositivos. Como tal, la brecha digital se basa en diferencias previas al acceso a las tecnologías.1 Este término también hace referencia a las diferencias que hay entre grupos según su capacidad para utilizar las TIC de forma eficaz, debido a los distintos niveles de alfabetización y capacidad tecnológica. También se utiliza en ocasiones para señalar las diferencias entre aquellos grupos que tienen acceso a contenidos digitales de calidad y aquellos que no. El término opuesto que se emplea con más frecuencia es el de inclusión digital y el de inclusión digital genuina.
Historial de la Brecha Digital
El concepto de brecha digital encuentra su antecesor en el
llamado informe “El eslabón perdido”, que se publicó en 1982 por la comisión
Maitland. Este puso de manifiesto las conclusiones sobre la carencia de
infraestructuras de telecomunicaciones en los países en vías de desarrollo,
poniendo como ejemplo el teléfono. El término procede del inglés digital
divide, utilizado durante la Administración Clinton, aunque su autoría no puede
ubicarse con toda precisión. Mientras que en algunas referencias, se cita a
Simon Moores como acuñador del término, Hoffman, Novak y Schlosser3 se refieren
a Lloyd Morrisett como el primero que lo empleó para hacer referencia a la
fractura que podía producirse en los Estados Unidos entre
"conectados" y "no conectados", si no se superaban las
serias diferencias entre territorios, razas y etnias, clases y géneros,
mediante inversiones públicas en infraestructuras y ayudas a la educación. En
todo caso, durante esta administración se dio lugar a una serie de reportes
publicados bajo el título Falling through the Net, en el que se dejaba
evidencia del estado que este fenómeno guardaba en la sociedad estadounidense a
finales de la década de 1990. A partir de este origen, algunos autores
prefieren en español, el término fractura digital4 o estratificación digital,5
por ser mucho más expresivos sobre lo que realmente significa. La traducción a
otras lenguas latinas, como el francés, también ha optado por el término de
fractura. No obstante, la mayoría de los autores hispanos se decanta por el de
brecha, más suave y políticamente correcto. Algunas otras expresiones que han
sido usadas para referirse a la Brecha Digital son divisoria digital,6 brecha
inforcomunicacional7 y abismo digital.8
Otros autores extienden el alcance de la Brecha Digital para
explicarla también en función de lo que se ha denominado analfabetismo digital,
que consistente en la escasa habilidad o competencia de un gran sector de la
población, especialmente entre aquellos nacidos antes de la década de 1960,
para manejar las herramientas tecnológicas de computación y cuyo acceso a los
servicios de Internet es por ende muy extenso.
Aspectos teóricos de la brecha digital
Algunos de los primeros autores que abordaron el problema de
la Brecha Digital desde una aproximación sistemática y socialmente profunda
fueron Herbert Schiller9 y William Wresch.10 De manera general, estos autores
planteaban la necesidad de incluir a todos los sectores de la población en el
acceso a la información disponible a través de las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación, así como de las posibles ventajas derivadas de
tal acceso.
Para Pippa Norris,11 se trata de un fenómeno que implica
tres aspectos principales: la brecha global (que se presenta entre distintos
países), la brecha social (que ocurre al interior de una nación) y la brecha
democrática (que se refiere a la que existe entre quienes participan y quienes
no participan de los asuntos públicos en línea).
Otra corriente de investigadores12 se han centrado en
aspectos cuantitativos de la brecha digital, destacando las diferencias
estadísticas en el acceso a las tecnologías de la información y la comunicación,
según un extenso abanico de variables socio-demográficas entre las que destacan
el sexo, edad, nivel de ingresos, escolaridad, raza, etnia y lugar de
residencia.
Uno de los aspectos más recientes que han sido analizados13
sobre la brecha digital, tiene que ver no solamente con el acceso a Internet,
sino con la calidad de dicho acceso y la disponibilidad de conexiones de banda
ancha que permitan acceder a contenidos multimedia en tiempos y costos
adecuados al contexto de los usuarios.
De forma específica, el investigador holandés Jan van Dijk
identifica cuatro dimensiones en el acceso: la motivación para acceder; el
acceso material; las competencias para el acceso; y el acceso para usos
avanzados (o más sofisticados). Plantea que la brecha digital está en constante
evolución, dado el surgimiento de nuevos usos tecnológicos, que son apropiados
más rápidamente por aquellos que tienen el acceso en forma más permanente y de
mejor calidad, determinado por dicho ancho de banda.
El propósito de la brecha digital es enfocarse a la revisión
de la información y comuncación para el extenso desarrollo de las TICs.
La brecha digital en el contexto de la sociedad de la
información
En ocasión de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la
Información (CMSI) los principales grupos de la sociedad civil dieron vida a la
campaña CRIS (Communication Rights in the Information Society –Derechos de
Comunicación en la Sociedad de la Información), con el objetivo de infundir la
agenda de la Cumbre con cuestiones relacionadas con los medios de gobierno y
derechos a la comunicación.
En la CRIS se ha enfatizado la función de las nuevas
tecnologías como herramientas de comunicación de valores comunes entre grupos,
individuos y organizaciones sociales, criticando una justificación instrumental
de las tecnologías vistas principalmente como un fin más que como un medio para
impulsar un cambio social, una visión instrumental que no considera ni las barreras
culturales y lingüísticas, ni las relaciones de dependencia y subordinación
técnica, económica y política entre y dentro del Norte y el Sur del Mundo.
La inclusión digital, sostiene este sector de la sociedad
civil, hay que pensarla como un asunto colectivo, no individual, donde los
beneficios sociales hay que verlos en relación a los que se generan para las
comunidades, organizaciones, familias y grupos que sacan provecho de las
tecnologías, aunque no tengan acceso a éstas. La eficacia de las políticas de
inclusión digital dependerán de las posibilidades de integración del
conocimiento en los propios objetivos de sus beneficiarios, considerando que no
existe un solo modelo, sino muchas posibles sociedades de la información y de
la comunicación adaptadas según las diferentes necesidades y objetivos
individuales y comunes de un planeta para nada homogéneo.
Según la Organización Mundial del Comercio, las nuevas
oportunidades tecnológicas (y del libre comercio a escala global) serán el
motor de una "tercera revolución industrial". Gracias a las TICs, se
sostiene, se podrán anular las brechas de pobreza y de falta de recursos
existentes, confrontándose en el campo de la economía, de las transformaciones
políticas y sociales, de la identidad, en la cultura y en el poder, modelando
nuevas relaciones a escala global.
A través del comercio electrónico y de los e-servicios, de
la reducción de los costos de conexión, mejorando la eficiencia de los
gobiernos y servicios públicos y favoreciendo el rol del sector privado, se
creará un "entorno favorable" para lograr la reducción de las
desigualdades entre y dentro de los Estados, siempre según la OMC.
Algunos autores críticos14 15 han señalado que si bien en
las grandes agendas internacionales se enfatizan los grandes beneficios que las
Nuevas Tecnologías pueden tener para los países del Sur, lo que hasta ahora se
identifica con la Sociedad de la Información se muestra como una invención de
las necesidades de la globalización, vista como un fenómeno neoliberal; un
desarrollo que no tiene en cuenta las necesidades de un Sur, que se encuentra
en la parte equivocada de la brecha digital.
Según esta visión, son los países del Norte los principales
propietarios y beneficiarios de la World Wide Web, así como de la industria del
hardware, del software y de la producción de los contenidos, el 70% en inglés.
El Sur permanece excluido, y con ello aumentan las diferencias sociales
regionales, y se impone un modelo de desarrollo "desde el Norte", a
su imagen y semejanza.
Tales voces críticas sostienen que de nuevo se proponen
viejas lógicas que nunca han promovido cambios significativos y que, al
contrario, han dado lugar a nuevas relaciones de dependencia y han acentuado
las desigualdades existentes: el hardware, por ejemplo, está pensado en
Occidente, lo que supone para el Sur nuevas formas de trabajo, muchas veces
femenino e infantil, en las industrias de ensamblaje, reforzando la destrucción
de los lazos sociales y de economía de explotación y aumentando
exponencialmente la polución tecnológica.
Cifras en torno a la brecha digital
Según Internet World Stats,16 en el 2010, de los 1966
millones de internautas conectados, casi el 63% vive en los países
industrializados, donde reside el 15% de la población mundial. Mientras que Europa
y Estados Unidos suman 501 millones de usuarios, en todo el continente africano
la cifra desciende a 110 millones, y estas diferencias se manifiestan asimismo
entre hombres y mujeres, ciudad o campo, edades, estatus sociales,
paralelamente a las "brechas" de siempre: el acceso a la sanidad, a
la educación, la mortalidad infantil, el hambre, la pobreza.
Datos de 2006 de la Unión Internacional de
Telecomunicaciones17 muestran que mientras el 58.6% de los habitantes de los
países desarrollados tienen acceso a Internet, en los países en vías de
desarrollo apenas el 10.2% de los habitantes tiene acceso a esta tecnología.
Estrategias para disminuir la brecha digital
Una manera de disminuir la brecha digital es implantar
políticas de accesibilidad web, para que todas las personas, independientemente
de sus limitaciones físicas o de las derivadas de su entorno puedan usar de
forma satisfactoria Internet y la World Wide Web.
Una gran cantidad de gobiernos de todo el mundo, han
desarrollado planes encaminados a la disminución de la Brecha Digital, en
estrecha colaboración con el sector privado, de manera que se ha planteado la
necesidad de estimular no sólo el acceso, sino también el uso y la apropiación
de las nuevas tecnologías, porque sostienen que éstas efectivamente puedan
incidir en los propios procesos de desarrollo, combatiendo las demás brechas
que subyacen a la digital.
Sin embargo, algunos trabajos18 han concluido que muchas de
estas iniciativas responden a visiones optimistas sobre el impacto de las
tecnologías de la información y la comunicación en el desarrollo, y conciben
que el problema de la Brecha Digital se resolverá mediante la introducción de
computadores personales con acceso a Internet. Aspectos como la capacitación de
los usuarios y la creación de contenidos culturalmente adecuados a cada
contexto, son frecuentemente dejados de lado. De forma similar, las comunidades
receptoras en estos procesos de equipamiento tecnológico pocas veces son
tomadas en cuenta, lo que afecta la sustentabilidad a largo plazo de proyectos
de esta naturaleza.
En este sentido, algunos autores19 plantean que las TICs
deberían proporcionar un espacio de encuentro de una nueva esfera pública,
donde la sociedad civil pueda definirse y comprenderse en su diversidad y donde
las estructuras políticas estén sujetas al debate público y sean evaluadas por
sus acciones, garantizando la participación de las categorías más excluidas a
través de perspectivas de género, regionales y sociales.
Críticas hacia el concepto de brecha digital
La brecha digital no es un fenómeno que sea reconocido de
forma unánime. Entre las principales críticas que se hacen, destacan los
señalamientos hechos por Benjamin M. Compaine,20 quien sostiene que se trata de
un asunto que ha sido objeto de manipulaciones políticas y que las actuales
diferencias observadas en el acceso y uso de las tecnologías de la información
y la comunicación, se salvarán gracias al destacado impulso de este sector del
mercado.
La diferencia social que existe entre aquellas personas que
saben utilizar las TIC y aquellas que no, no siempre es un problema de
posibilidad de acceso e infraestructuras (servicio universal) o conocimientos
previos (alfabetización digital), sino que en la mayoría de los casos es un
problema de actitud personal en lo referido a las nuevas tecnologías. Es
preciso un cambio cultural que implique a todas las personas sin importar su
condición o rango de edad para poner a su alcance y de forma más intuitiva y
“usable” lo que llega, ha llegado y llegará en un futuro en materia digital.
Pobreza digital
Un concepto alternativo desarrollado en América Latina por
DIRSI es el de pobreza digital.El concepto de “pobreza digital” es uno que,
como tal, no aparece frecuentemente citado en las discusiones.El concepto más
utilizado es el de “brecha digital” generalmente entendida como caracterizando
las desigualdades en el acceso y uso de TIC a nivel de hogares o a nivel de
países y que es objeto de medición frecuente. Frente al concepto de brecha, el concepto
de pobreza digital trata de capturar el nivel mínimo de uso y consumo de los
diversos atributos de las TIC, así como los niveles de ingreso de los
pobladores para hacer efectiva una demanda.
Brecha digital de género
En la sociedad actual, existe una preocupación creciente
acerca de la brecha digital de género, que se refiere a la diferencia que
existe entre hombres y mujeres en el acceso y uso de las computadoras e
Internet. Cecilia Castaño hace referencia en su libro La segunda brecha digital
que este tipo de brecha, afecta más a las mujeres que a los hombres.